martes, 6 de enero de 2009

admiramos a la (lejana) gente que toca con su piel la piel (basura) de los demás, pero nos quedamos con su imagen heroica
y estudiamos carreras en universidades públicas creyéndonos (en serio) buenos.
transformándonos en lo que fuimos siempre desde que nacimos:
un puñado de abúlicos bien educados.

(no se nos vaya a confundir con los degenerados que no dan el asiento en el micro).-


sí, a veces odio al mundo, me odio. No siempre llega a ser odio, pero cuando lo es es bello, porque (por lo menos) hay pasión. La pasión mueve. No importa ser amado, sino amar. Y dar el paso también.
Y bueno, cuando no es odio se queda en esa tibieza característica del adolescente de clase media posmoderno. Eso pasa el 90% de las veces, obvio. Y más también-